En la antigua tierra williche, la princesa Licarayén amó al valiente toqui Quitralpi. El espíritu del volcán Osorno, Peripillán, celoso, causó furiosas erupciones. Una anciana Machi sugirió un sacrificio: “El corazón de la joven más noble sería ofrecido en la cima del cerro”. Quitralpi cumplió, un cóndor tomó el corazón y la rama de canelo, dejando caer la rama en el cráter, lo que apaciguó la ira del pillán. La nieve cayó en lucha con el fuego, y las aguas nivelaron la tierra. En la quebrada del Diablo floreció un hermoso palacio en honor a Licarayén.

09.09.2017
Por Constanza Hitschfeld

Cuenta la leyenda de Licarayén, que cuando aún no había llegado a estas tierras el hombre blanco, vivía alrededor de los volcanes Osorno y Calbuco el pueblo williche. Pero dicha civilización no estaba sola. En las profundidades del volcán Osorno habitaba y estaba prisionero un antiguo pillán llamado Peripillán. (En idioma mapudungún pillán significa: espíritu, alma de antepasado, que reside en volcanes, y que provoca calamidades climáticas, epidemias y temblores).

La princesa Licarayén, generosa, bondadosa y bella por dentro y por fuera se enamoró del valiente toqui Quitralpi. Con él habían dispuesto que, en la siguiente primavera, celebrarían la ceremonia que los uniría para siempre.

La furia del volcán Osorno

Sin embargo, el desterrado Peripillán por autoría de Quitralpi, tuvo envidia de los enamorados. Decidió interrumpir la felicidad de Licarayén y el valiente toqui. Fue así que Peripillán comenzó a vomitar humo, azufre y fuego, haciendo temblar la tierra.

Fue tanta la furia de este pillán, que en las noches se presentaban grandes llamaradas que salían de los cráteres que iluminaban el cielo con fulgores de fuego. Las montañas vecinas parecían que ardían y las inmensas quebradas que circundaban los volcanes Osorno y Calbuco parecían bocanadas del mismo infierno.

La solución de la Machi

Los williches se reunieron en un consejo para resolver cómo podían aplacar el enojo del pillán. Fue así, que apareció una Machi anciana, que nadie conocía. Ella les dijo que “para llegar al cráter del volcán es necesario sacrificar a la joven más bondadosa y hermosa de la comunidad. Deben arrancar su corazón y colocarlo en la cima del cerro Pichi-Juan, tapado con una rama de canelo. Verán entonces que vendrá un cóndor desde el cielo, se comerá el corazón, se llevará la rama de Canelo y elevando el vuelo la dejará caer en el cráter. El hogar de Peripillán”.

Inmediatamente el lonco hizo las averiguaciones para establecer cuál de las jóvenes de la comunidad era la más bondadosa. Muy a su pesar aceptó la decisión de que aquella joven era su propia hija, Licarayén. Con lágrimas el lonco comunicó a su hija que había sido elegida para sacrificarse y salvarlos del pillán.

La bondad de Licarayén

“No llores”, respondió Licarayén a su padre. “Muero contenta, sabiendo que mi muerte aliviará las amarguras y dolores de toda nuestra valerosa comunidad. Solo pido que para matarme no usen hachas ni lanzas”, solicitó la joven a su padre. Licarayén también pidió que su lecho de muerte fuera preparado por el toqui Quitralpi y que solo él tocara su corazón. Ya que él era el dueño desde que lo conoció.

Al día siguiente. Cuando el sol comenzaba a aparecer por la cima de la cordillera y las aves a trinar sus melodías matinales. Un gran cortejo acompañó a Licarayén al fondo de la quebrada. Lugar donde el toqui tenía preparado un lecho con las más perfumadas flores de los prados y bosques del sur. Llegó Licarayén y sin queja ni protesta se tendió sobre la mortaja que había de transportar su alma a la eternidad. Los jóvenes, silenciosos y apenados, se sentaron alrededor del catafalco florido y lloraron largas horas por su hermana que moría.

Cuando Licarayén cerró sus ojos para siempre Quitralpi acercó sus labios a su frente y haciendo un gran esfuerzo para no estallar en llanto y dolor, abrió su pecho. Extrajo su corazón y acogiéndolo entre sus manos, como quien acuña a una guagua, con fervorosa unción. Llevó el corazón y la rama de Canelo a la cima del cerro Pichi-Juan, actual cerro Philippi en Puerto Varas.

Un cóndor y el corazón de Licarayén

Toda la comunidad quedó en el valle esperando la realización del milagro. A penas el toqui había colocado el corazón y la rama de Canelo en la roca más alta del llamado también cerro Pichi-Juan. Apareció en el cielo un enorme cóndor que, bajando en raudo vuelo, de un bocado se engulló el corazón de Licarayén. Asimismo el ave agarró la rama de Canelo y emprendió el vuelo hacia el cráter del volcán Osorno. Macizo que en esos momentos arrojaba enormes lenguas de fuego y rocas. El cóndor realizó un vuelo en espiral dando tres vueltas por la cumbre del volcán. Después de una súbita bajada dejó caer dentro del cráter la rama sagrada.

En ese mismo instante comenzó a caer sobre la tierra blanca nieve, que fue cubriendo el cráter del volcán Osorno. Parecía que el alma pura de la joven volvía hacia la tierra en busca de Quitralpi. En ese momento el toqui se arrojó sobre la punta de su lanza atravesando su pecho, se partió el corazón, para así unirse con su amada Licarayén.

El cielo lloró el sacrificio de Licarayén

Llovió nieve, días, semanas, años enteros. Fue una verdadera lucha entre el fuego que subía del infierno y la nieve que caía del cielo. La nieve fundida corría formando impetuosos torrentes por las faldas del volcán Osorno y del Calbuco. Corriendo se despeñaba en los inmensos barrancos que servían de defensa a la morada del Peripillán. Hasta que llenando las hondonadas profundas, las aguas quedaron al nivel de las tierras cultivadas.

Cuando los hijos de la tierra, mapuches, volvieron al lugar en que se había consumado el sacrificio de Licarayén, vieron con asombro que las flores que habían servido de mortaja. Habían echado raíces. Sus ramas entrelazándose formaban el más hermoso palacio que jamás la mente humana podría imaginar.

Ese palacio de flores se encuentra en el fondo de la quebrada del Diablo. Hoy llamada cuesta del Diablo. Muchos son los que han bajado para admirar su belleza. Pero solo unos pocos han podido ver el palacio. Solo es visible para quienes tienen conciencia de la leyenda, saben sentir los íntimos encantos de la naturaleza y de la princesa Licarayén.

(Actualizada: 04.08.2023 )