Los problemas ambientales son los problemas del futuro. Según la OCDE, el medioambiente es
uno de los cuatro principales ejes impulsores del bienestar social, tan importante como el estado
de la economía, la justicia social y la salud de la población. La contribución de los ecosistemas al
bienestar humano –concepto conocido como servicios ecosistémicos– es fundamental para el
adecuado funcionamiento del mundo como lo conocemos. Entre estos servicios se incluyen la
regulación del clima, la creación de aire puro, la seguridad hídrica, la polinización, la protección
ante desastres naturales como plagas y la recreación estética y espiritual, entre varios otros. Pues
bien, hay estudios que explican que el valor de todos los servicios ecosistémicos del planeta
asciende a casi el doble de la producción económica de todo el planeta. Esto quiere decir que los
problemas de la tierra son también los problemas de la gente.
Por lo mismo, a nivel internacional, los Estados miembros de la ONU, en conjunto con ONGs y
ciudadanos de todo el mundo, generaron una propuesta de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS) con metas al 2030. En su sentido más básico, estas metas buscan un desarrollo capaz de
satisfacer las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad de las futuras
generaciones para resolver sus propias necesidades. Pero el desafío no es sencillo si
consideramos que existen 5 a 9 millones de especies de animales, pero se pierden entre 11.000
a 58.000 especies anualmente. Es más, esta misma semana más de 15,000 científicos de más de
184 diferentes países advirtiéndole a la humanidad toda de que nuestro planeta está arriesgando
su propio futuro si no controlamos el intenso consumo humano y no entendemos que el rápido
crecimiento demográfico de la humanidad es el principal factor de cambio detrás de las grandes
amenazas ecológicas y sociales que el mundo experimenta.
Pero la humanidad puede hacer grandes cambios si así se lo propone. En el pasado hemos
disminuido drásticamente la emisión de sustancias que destruyen a la capa de ozono que protege
a la atmósfera. También se han hecho grandes avances como humanidad en reducir la pobreza
extrema en el mundo. Otros progresos son la rápida declinación en tasas de fertilidad femeninas
en muchas regiones debido a inversiones en educación de niñas y mujeres, además de la
reducción en tasas de deforestación en algunas regiones y el crecimiento en energías renovables
no convencionales. De hecho, Chile ha sido protagonista en el uso de energías renovables no
convencionales este mismo mes, anunciando que nuestro país podría llegar antes a la meta de
que la generación eléctrica proceda como mínimo en un 90% de fuentes renovables en el
horizonte de 20 o 25 años.
Pero necesitamos mucho más que este tipo de esfuerzos para realmente alcanzar un desarrollo
sostenible en los próximos años como país y como humanidad. En el caso Chileno, somos uno de
los países más vulnerables al cambio climático al mismo tiempo que somos un país que basa su
economía en la explotación de los recursos naturales. Si bien cerca del 20% por ciento del
territorio nacional se encuentra conservado, nuestro sistema de áreas protegidas no goza de
buena representatividad a la hora de proteger los puntos donde mayor diversidad de especies
endémicas tenemos. En efecto, la zona central del país es justamente donde hay mayor cantidad
de población chilena. Por lo mismo, el problema ambiental debe ser prioritario para nuestro país y
ello también tiene que ver con las urbes y cómo seguimos planificando el crecimiento y
emplazamiento de estas.
Muchas de las ciudades chilenas se encuentran inmersas en sistemas naturales valiosos, tales
como zonas prioritarias para la conservación, o regiones reconocidas como “puntos calientes de
biodiversidad” a nivel mundial, que son áreas del territorio donde hay una especial concentración
de biodiversidad. Sin embargo, muchos de estos sitios están sufriendo transformaciones
profundas al entrar en conflicto con los asentamientos humanos y el uso de los recursos
naturales, lo cual convierte a Chile en también uno de los países con mayor cantidad de
conflictos socioambientales. Como se adelantó, esto afecta no solo el valor natural de los
ecosistemas, sino que su funcionamiento ecológico y, por tanto, los servicios ecosistémicos que
estos lugares nos proveen, pasando a afectar la calidad de vida de las poblaciones.
Por lo tanto, la solución pasa por la conservación de la naturaleza, que son las acciones tendientes
a asegurar el futuro de la existencia de la naturaleza o algunas de sus partes. Por cerca de tres
años, en Fundación Legado Chile hemos trabajado para instalar las problemáticas de la naturaleza
de Chile, el mundo y del país bajo una nueva mirada, con el foco en que la solución pasa por
impulsar la sostenibilidad y conservación de la naturaleza a través de la recuperación participativa
de ecosistemas urbanos. Entendemos la conservación como un problema complejo y que requiere
de la participación de todos los actores de la sociedad: ciudadanos, organizaciones vecinales,
comunidad educativa, gobiernos locales y sector privado. Nuestra propuesta es impulsar la
colaboración y coordinación de esfuerzos desde las distintas instituciones, diseñar y ejecutar
proyectos conjuntos que aseguren la conservación de los ecosistemas urbanos, y avanzar así
hacia un Chile sostenible.
Por eso, desarrollamos el Plan de Acción Medioambiental, que es la adaptación de metodologías
de vanguardia para la conservación que involucra procesos de manejo adaptativo, y que provee un
marco conceptual de trabajo para el diagnóstico, diseño, implementación, monitoreo y evaluación
de proyectos ambientales. Este plan es un prototipo de innovación social que basa su
funcionamiento en la participación de las comunidades, donde ellas mismas, en conjunto con
tomadores de decisiones y expertos, definen sus problemáticas ambientales y formulan los
proyectos requeridos, facilitando la gestión y el financiamiento de proyectos en base a
diagnósticos consensuados, y contando con el apoyo constante de profesionales urbanistas,
planificadores territoriales y ecólogos.
Este modelo de conservación es exportable a otras ciudades del mundo y contempla planes de
monitoreo de los ecosistemas con tecnología conocida como el Internet de las Cosas (IoT, por sus
siglas en inglés), así como metodologías como la cartografía participativa. Con esto, buscamos
resguardar las funciones ecológicas de los ecosistemas y, al mismo tiempo, desarrollar
habilidades, aptitudes y conocimientos en la comunidad local que aseguren la sostenibilidad de los
procesos de conservación, incluso enamorándonos dentro de la nueva ola del advenimiento
tecnológico para el desarrollo de ciudades, lo que se conoce como Smart Cities.
Nuestro programa piloto se emplaza en la ciudad de Llanquihue, una ciudad de humedales. Ahí,
hemos convocado a los actores clave de la comunidad a trabajar por la conservación de sus
humedales urbanos. Llanquihue es una pequeña ciudad ubicada a las orillas del Lago Llanquihue,
el segundo más grande del país. La ciudad se emplaza justo en el nacimiento del Río Maullín, lo
que da origen a sus varios humedales urbanos, los que desafortunadamente han desaparecido
producto de una grave carencia de planificación territorial.
Los humedales proveen a la comunidad de agua limpia, el mejoramiento de la calidad del aire y de
la vida silvestre, proveen belleza escénica, protección ante desastres, almacenamiento de
carbono, entre otros beneficios. A pesar de su importancia para la humanidad, los humedales son
a menudo considerados erróneamente como terrenos baldíos, es decir, como lugares que se
deben drenar, rellenar, quemar y convertir a otros usos. De hecho, estudios científicos estiman
que desde el año 1900 la humanidad ha destruido al menos el 64% de los humedales de todo el
planeta.
Vista aérea de Llanquihue, emplazada en el nacimiento del Río Maullín, marcada por
una historia industrial totalmente carente planificación territorial.
Cerca del 50% por ciento de las aves migratorias de Chile pasan por el lugar en la décima región.
Por lo mismo, lo que sucede en la ciudad de Llanquihue, tiene un impacto a nivel global.
En el caso de la ciudad de Llanquihue, las principales amenazas a los humedales dicen relación con
el cambio del uso de suelo y la mala gestión de los residuos en la ciudad. En efecto, los
escombros que se desechan y los microbasurales que se forman en su interior y la progresiva
disminución de sus superficies desde el año 1960, tienen a 4 los Humedales que aún sobreviven
en un muy mal estado de salud.
En definitiva, si bien aún hay mucho por hacer para poner en valor el patrimonio cultural y natural
de nuestras ciudades y ecosistemas, estamos seguros de que las propuestas territoriales
levantadas a través del diálogo constante con las comunidades y organismos
político-administrativos, la educación ambiental y la rigurosidad técnica nos llevarán a cumplir
nuestra visión: un Chile donde la naturaleza prospera, integrada a una sociedad que la comprende,
valora y se sustenta en ella.
Autores: Rafaella Canessa , Directora (Bióloga, especialista en Ecología y Botánica, PhD(c) Universidad de
Marburgo (Alemania) y Alexandre Sanchez. Gerente General (Biólogo y Abogado UC)
Documento preparado por Fundación Legado Chile - 16 Noviembre 2017
Humedal Las Ranas, ciudad de Llanquihue, Región de Los Lagos (Fotógrafo: Cristóbal Croxatto)
Humedal Baquedano, ciudad de Llanquihue, Región de Los Lagos (Fotógrafo: Cristóbal Croxatto)