Hace algunos días, luego de mucho debate y polémica, decenas de colegios y dos universidades suspendieron las clases en Valparaíso por un funeral narco. El ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, dice públicamente que fue una “buena decisión”. Con esta respuesta ¿qué señal está entregando? Básicamente, que cada vez que ocurra una muerte de una narcotraficante, niños, niñas y adolescentes no tendrán continuidad en sus clases, interrumpiendo su proceso de aprendizaje por el temor irrefutable de las familias ante balazos y altercados propios de un evento de tal magnitud.

Columna de opinión
29.03.2023
Por Nadia Garcés Montes
Profesora y Encargada de Convivencia Escolar

Directivos de los colegios y rectorías de las universidades recibían llamadas de parte de las comunidades educativas expresando su preocupación, y ante la ausencia de las autoridades para entregar respuestas y soluciones, decidieron de manera autónoma cancelar las clases. Es decir, el narco funeral y las familias organizadoras son quienes deciden cuándo habrá clases o no, de acuerdo a cómo ellos quieren despedir a una persona que violenta la ley de nuestro país.

Este actuar de parte del Ministro de Educación no hace más que demostrar la falta de conexión respecto a la realidad que hoy existe al interior de escuelas vulnerables. No hace más que dejar al descubierto que las prioridades se encuentran desenfocadas a las verdaderas necesidades que hoy requieren con urgencias las escuelas y liceos de nuestro país, donde la delincuencia y la droga, por ejemplo, son una vía para estudiantes de séptimo año básico, puesto que el consumo aumenta de manera significativa cada año y los programas como SENDA no generan el suficiente impacto en materia de prevención.

Entonces, si el camino será entregar un cimiento fértil para que la delincuencia y el narcotráfico influyan en decisiones educativas, nos encontramos en un terreno tan peligroso del cual difícilmente podremos salir airosos. Por tanto, es fundamental que el ministerio y las autoridades golpeen la mesa fuerte, instalen lineamientos claros y robustos para combatir cualquier tipo de acción que intervenga en lo más importante de la educación: la formación y desarrollo socioemocional y académico de nuestros niños y niñas, quienes se encuentran con un daño irreparable tras los efectos de la pandemia y sus brechas educacionales.