Después de la invasión rusa a Ucrania las redes sociales fueron inundadas por la frase “no quiero seguir viviendo hechos históricos” y otras parecidas que hablan del agobio de acontecimientos que nuestros descendientes van a tener que estudiar en los colegios, probablemente. También empezó una discusión enorme sobre qué pasa en Europa oriental y los expertos desaparecen entre todo el ruido. La misma cobertura televisiva ha sido compleja. Veamos un poco qué pasa ahí.
Los rumores de tensión creciente en el Donbás vienen desde hace rato, si bien hay una guerra civil en curso desde el 2014, la escalada que devino en lo que vemos en las noticias hoy empezó a finales del año pasado. Nadie puso mucha atención en los departamentos de prensa nacionales, aparentemente se le dedicó poco espacio y esfuerzo a mantenerse al día. La semana anterior, cuando el caldero hervía, se empezó a poner foco en el Este, pero ya habían pasado tantos elementos de contexto que nadie sabía muy bien por dónde tomarlo para no quemarse.
Para la prensa nacional era más importante hablar sobre detalles escabrosos de la delincuencia local que de lo que pasaba entre dos distantes naciones ex soviéticas. Esa decisión es clave en el mareo que se nos produce; y no por la falta de relevancia de lo que les pase a los habitantes de Santiago y los portonazos y encerronas. Lo grave está en la sorpresa con la que parece que las cosas ocurren. Que levante la mano quien a principios de mes sabía por la televisión chilena que había un conflicto armado en potencia en Europa.
Sigamos.
A la medianoche del martes para el miércoles Vladimir Putin declaró la intervención militar. A esa hora los canales mantenían su programación regular. Una hora después las fuerzas rusas habían deshabilitado el aeropuerto de Kiev. Nadie había cambiado un centímetro su programación. Dos horas después de la declaración de Putin ya todos los aeropuertos importantes y diversas locaciones militares estaban destruidas, y los canales ya incluso habían terminado su programación diaria.
No es fácil levantar una transmisión de ese tipo si no se tiene nada preparado. Es un trabajo que requiere levantar mucha información, hacerse de fuentes fiables, saber limpiar la cantidad de videos falsos que circulan (sin ir más lejos muchos canales a nivel mundial ocuparon imágenes de un bombardeo israelí en Palestina en 2021 que se viralizaron por las redes sociales) y un sinfín de otras consideraciones no menores que hay que tener. Si tan solo los departamentos de contenido internacional fueran más robustos y considerados mucho podría cambiar.
Empezada ya la invasión rusa llegó la hora de los noticiarios a.m. y ahora sí era obligatorio informar. Los hechos se comunicaban en base a información entregada por señales estadounidenses y europeas: todos son partes interesadas. ¿Por qué es importante señalar esto? Porque en Ucrania existe una red amplísima de periodistas freelance que han cubierto esto desde el terreno por años y que tienen una sensación distinta que el reportero de guerra de CNN que irá a buscar un objetivo editorial. Por eso la información que nos llega a los espectadores pasa por filtros que no elegimos.
Por otro lado, los matinales con sus cinco horas al aire tienen que explicarnos qué ocurre. Para eso terminan por entrevistar desde el desconocimiento a expertos y hace mucho más difícil que podamos ponernos al día de los hechos y acontecimientos nuevos y al mismo tiempo de entender el contexto y la relevancia de lo que ocurre.
Está clara la dificultad de levantar todo esto estando día a día generando el contenido informativo y de entretenimiento con equipos cada vez más pequeños y peor pagados. Es también una lástima que no hayan podido ver venir este conflicto y que los espectadores hubiéramos llegado mejor parados a entenderlo. Ojalá que esto no nos pase para los próximos hechos históricos que nos tocará vivir.