El lunes 18 de octubre fue la conmemoración de los dos años del estallido social en Chile. Lo que ocurrió no fue sorprendente. Las marchas comenzaron con consignas claras, convicciones e ideas de resolución y de mejora ante un gobierno que no ha dado respuesta por las violaciones a los Derechos Dumanos y por un presidente envuelto en casos de corrupción y evasión de impuestos (again). Y luego, el caos. Siempre llega el caos. Pero me pasó particularmente que veía las imágenes y se me apretaba la guata porque se me había olvidado como era todo en octubre de 2019. Me angustiaba mucho ver las noticias y las llamas, me sentía asustada y enojada y a la vez, lo entendía todo.

Columna de opinión
22.10.2021
Por Isidora Montecinos
Profesora

Me formé en primera instancia como trabajadora social, así que no puedo dejar de verlo desde esa vereda. No se pueden dejar de lado los contextos y realidades al momento de hacer barricadas, saquear tiendas o romper semáforos. Hay un pasado de olvido y de violencia, de pobreza sistemática, de dolor y de soledad. De rabia, sobre todo, de rabia. ¿Quién realmente estuvo ahí? ¿Qué política pública u organismo de verdad protegió los derechos de esos niños, niñas y adolescentes? Esos jóvenes que crecieron y con ellos creció también la rabia y la indolencia ante el sistema. Por eso, no importa nada más. ¿Qué les va a importar romper bienes públicos, si les quebraron la vida? ¿Qué importa quemarlo todo, si nadie te dio el calor que necesitaste en la infancia? Entonces, lo entiendo. Entiendo de donde viene. No lo justifico, no lo comparto. Pero lo entiendo y eso me sensibiliza.

Ahora bien, no todo es catarsis. Efectivamente hay personas aprovechándose del pánico, guiados por la euforia y la ciudad sin ley, aprovechando esos momentos breves pero llenos de adrenalina. Y esa violencia es la que me asusta, porque si te gusta la sensación, la vas a seguir buscando y no te va a importar que pase alrededor, con los dueños de pymes, con los trabajadores y trabajadoras municipales que limpian tus destrozos, con el dinero focalizando en la reconstrucción en vez de en apoyos sociales. No te importa nada. Y ese “no me importa nada porque tengo la oportunidad de hacer lo que quiera dentro del caos” es muy peligroso.

Creo que lo importante es volver a las bases. No centrarse en culpar y tildar y repletar cárceles (otro tema ahí, porque sabemos que las condiciones carcelarias en Chile son paupérrimas). Es focalizarnos en que no se repita, y ¿Cómo quebramos los ciclos? Educamos a la infancia. Potenciamos el apego. Promovemos leyes de adopción. Mejoramos la terapia para que se vuelva accesible y no parte de un privilegio. Enseñamos a expresar las emociones de forma sana y no reprimirlas.

Al final del día, todo nos devuelve a la infancia y a las oportunidades de justicia.