“Lo pasábamos regio, salíamos íbamos a pasear a distintos lugares, no había obstáculos los fines de semana, porque ellos trabajaban de lunes a viernes no más. Así es que los días sábados, por ejemplo, nos íbamos a Viña a Valparaíso. Teníamos una vida feliz, tranquila en la que nadie nos dijera nada. No le pedíamos permiso a nadie” dijo Ema Ortega. Pero la tiranía de Augusto Pinochet se encargó de arrebatarles la felicidad como a miles de familias chilenas. La puertovarina, viuda de un chofer de Allende, nos cuenta su historia para que esos horrores no se vuelvan a repetir.

Por Francisca Vargas y
Constanza Hitschfeld
22.03.2022

Capítulo 1

Ema Ortega, sureña y adolescente, jamás imaginó que el hombre que conoció en Santiago, en la casa de unos amigos y con el que se casó, sufriría torturas y maltratos por parte del aparato represor de la tiranía de Augusto Pinochet. Mucho menos que junto a él y sus dos primeras hijas huirían a México en 1975. Luego de que dejara de ser un preso político, torturado en el centro de detención de la capital Tres Álamos.

Chofer

Nació en 1946 en Casma, donde vivió su infancia. Mientras que José Ojeda, su marido, era de Puerto Montt. Junto a él disfrutó en Santiago una vida tranquila y feliz, con paseos a la playa los fines de semana. José trabajó como empleado público toda su vida y se desempeñó como chofer del Senado y el Ministerio del Interior. En sus tiempos libres boxeaba y fue llamado el Ventarrón. Querendón de sus mujeres, nunca dejó que les faltara nada.

Ema Ortega (E.O.): “Lo conocí en Santiago, en casa de familia. Ahí fue mi primer encuentro con él. Al poco tiempo ya nos casamos”.

E.O.: “Yo tenía como 17 años cuando lo conocí. Lo conocía de antes, de nombre, pero nunca me pensé que yo al ir a Santiago lo iba a conocer allá. Imposible. Pero él visitaba esa familia. Eran parientes de él, familia de él. Era su prima, una amiga, que vivían en un caserón muy grande que había ahí, que arrendaban. Vivían en San Ignacio”.

E.O.: “Él es de Puerto Montt. Fue nacido en Mesquihue, pero él vivió toda su vida en Pelluco Alto. Ahí vive su familia. Sus papás tenían mucho terreno allí atrás, arriba en Pelluco Alto, de ahí son ellos. Él es Ojeda Vargas. También hay otra familia que es Vargas que no tiene nada que ver con él. Yo conozco a todas esas chicas Vargas, también tienen bastante terreno ahí en esos lugares y son bastantes ellas. Incluso hay un varón en esa familia”.

E.O.: “A los 18 me casé. El año no lo recuerdo. Yo soy del 46, saca la cuenta”.

Francisca Vargas (F.V.): ¿Cómo recuerdas ese día, el 11 de septiembre de 1973?

E.O: “Fue horrible. ¡Horrible! No hallaba dónde esconderme. Se armó la balacera, fue algo espantoso. El que no vivió esas cosas, cree que fue algo sencillito. Pero no, eso estaba todo acordonado por militares, era bala y bala, bala y bala. La peor cosa que hacían era en la noche. Yo no hallaba dónde esconder a mis hijas. Se me ocurría que se metan debajo de las camas para que no les vaya a llegar una bala, porque eran “así” los hoyos que dejaban en las casas, de las carabinas. Yo ya tenía mi casa. Vivía en Los Olivos. Esas balaceras que hacían, lo primero que hacían, era dejar toda la ciudad a oscuras. Les pegaban primero a los postes de luz”.

E.O.: “Nueve meses después de ocurrido el golpe de estado llegaron cinco hombres a su casa buscando a José.  Justo ese día él regresó tarde. Primero le dijeron que eran del Ministerio del Interior, después, que eran de Investigaciones. No mostraron credenciales y se fueron, no sin antes prometer que volverían al día siguiente. Eran funcionarios de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA)”.

Una tarde de lunes José llegó a su casa y cinco hombres no lo dejaron entrar. Lo agarraron afuera y se lo llevaron. Sus hijas salieron corriendo tras él. Ema corrió para ver a dónde doblaba la camioneta que se llevaba a su marido. Ahí comenzó la búsqueda de Ema.

F.V.: ¿Puede identificar a los hombres que se lo llevaron?

E.O.: “No puedo, hija. No, porque a la mera hora ellos se pusieron todos unas máscaras. Se taparon cuando lo subieron a él al vehículo, lo echaron adelante y ellos se fueron atrás. Yo corrí porque salí al camino para ver a dónde doblaba la camioneta. Dobló para Santiago. Él sí sabía, como se conocía Santiago de pé a pá. Él sí sabía dónde estaba”.

E.O.: “Lo tuvieron en una casa que era de prostitución en San Camilo. Ahí dice que tenían lleno de sacos de arena. Ahí mataban a la gente en la noche. Así no se sentía el disparo. Todos saben que ahí tenían a los presos. Tres meses estuvo desaparecido. Buscaba yo, buscaban los militares y decían ¡No se lo puede tragar la tierra! ¡Pues quién sabe si ya se lo tragó!, les dije”.

Constanza Hitschfeld (C.H.): ¿Por qué se lo llevaron? Comentaste que un colega lo acusó de algo ante la DINA. Una práctica que se dio bastante. Por ejemplo, un vecino le tenía rencor a otro y lo acusaba ante la tiranía.

E.O.: “Ese fue el que lo denunció. A ese lo echaron del trabajo porque él escalafonó. Él era el más antiguo. Como era servicial y rápido le dieron el escalafón primero a él. Por eso el colega se enojó y lo acusó. Lo acusó con el Mamo”.

Estadio Chile

E.O.: “En la tarde fui, en la misma noche fui, y me dijeron “sí, efectivamente ahí está” Al día siguiente yo busqué ropa para llevarle porque imagínate andaba tres meses con la misma ropa. Le hice un bolso con ropa, le puse sus útiles de aseo. Jabón, cepillo, pasta, de todo le puse en su maletín”.

E.O.: “Llego al Estadio Chile y estaba de par en par abierto – no había nadie-. Sabe que me quise morir. Ahora ¿para dónde lo llevaron? ¿Para dónde se lo llevaron? ¿Qué pasó aquí? En esa galería España hay muchos puestos, se me ocurre preguntarle a una señora. Señora, le dije, ¿usted sabe pa’ dónde se llevaron a los presos que estaba ahí? “¡Ay, hijita!”, me dice la vieja, infeliz todavía. “Toditos los mataron anoche”. ¡QUÉ!, le digo yo”.

E.O.: “Y una chica me va a tomar porque como que me anduve desmayando. Me fue a tomar una chica del frente y le dice: “mire señora, eso no se hace. Qué tal si la señora es enferma del corazón y aquí se nos muere”. Me dijo, “señora, usted tranquila no más”. Yo entre lejos sentía que me hablaba y me dijo: “Anoche mismo los sacaron, a las 5 de la mañana los sacaron”.

E.O.: “A unos se los llevaron a Puchuncaví y a los otros no sé dónde se los llevaron”, me dijo. “Yo sé que los sacaron para eso”, me dijo. Empecé a recorrer otra vez la ciudad. Fui al Sendet (Secretaría Nacional de Detenidos), en el Congreso pusieron “Sendet”, ya no era Congreso, era el Sendet. Estaban los milicos ahí y ponían listas. Nunca apareció él en ninguna lista. Nunca. No, y si te ponías chora también te encerraban. Así que mejor uno se daba la media vuelta y salía sin preguntar nada”.

E.O.: “Él estuvo un año encerrado de gusto”.

El 67, 4% de las víctimas de la tiranía dijeron haber sido detenidos entre septiembre y diciembre de 1973. Fueron 22.824 detenciones durante ese período. La tortura fue ejecutada por miembros de las Fuerzas Armadas, Carabineros y la Policía de Investigaciones (2005/Informe de la Comisión Nacional Sobre Prisión Política y Tortura/Página 206), respondiendo a una práctica generalizada en Chile e Hispanoamérica, según el informe.

La tortura es una violación del derecho a la integridad personal. Es todo acto que inflige intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales. Con el objetivo de obtener información o una confesión, de castigarla, intimidar o coaccionar a esa persona o a otras. Cuando dichos dolores o sufrimientos son infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento.(2005/ Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura/ Página 24).

Las torturas

F.V.: ¿Supiste en qué consistían las torturas?

E.O.: “No, yo lo supe en México. Cuando llegué a México lo supe recién. ¡Lo que le hacían! Le pegaban hasta por el papá. Qué a dónde estaba su papá. ¡Yo sabré dónde estaba su papá! ¿Por qué? Porque él fue hijo de un primer matrimonio de mi suegra y fueron separados muchos años. Él nunca conoció a su papá, porque él era chiquito. Él le dijo “yo no tengo papá, cómo le voy a decir que tengo papá, si yo no tengo papá. Nunca lo conocí, cómo voy a saber yo”. Dice que le dieron una. Lo tiraron a una plancha, porque él era fuerte y se hacía el valiente. Le tiraban agua, a la plancha con corriente. Imagínate, con tantita corriente que a uno le dé, te traspasa por todos lados”.

E.O.: “Él me cuenta que estuvo varias veces para suicidarse. Estando encerrado, porque ya no daba más, dice. Pero él no me dijo “yo me sentía mal”. Él quería suicidarse porque ya no quería estar encerrado, porque eso era para él algo peor que una enfermedad, decía. Él sacaba las sábanas y se quería colgar de los árboles, porque ahí había árboles. Pero había militares que estaban arriba y lo veían por lo blanco. Varias veces lo bajaron. Entonces, ¿qué hacían? lo torturaban. Por desacato. A él lo torturaban, pero a diestra y siniestra, dice. Entonces cómo la gente no va a estar enferma con tanta tortura. Aunque ellos digan que no, porque sí lo torturaban”.

Es peligroso hablar

E.O.: “Él me contó, porque un día que llegué yo a verlo él no estaba. Les dije yo “¿dónde está?” Me salió a decir el carabinero que no estaba. No, me dijo, no está. Espérelo hasta las 12 del día que a esa hora va a llegar. Bueno, yo pensé que lo habían llevado a declarar algo por ahí, qué se yo. Cuando entró la ambulancia y al rato me salen a llamar a mí. Y lo veo con un brazo vendado. ¿Qué te pasó? Nada. Y nada. “no me pasó nada”. Yo le dije ¿Por qué estás vendado? ¿Cómo que no te pasó nada? Ya no le seguí preguntando para no poner mucha atención a los militares que estaban detrás de él. “Ya, espérate. Ahorita paso a dejar a las niñas donde su madrina y me voy al ministerio”. Y me fui”.

Mejor no hablar. Es un silencio basado no solo en el temor, sino que un aspecto de elemental dignidad. Una cosa es presentarse a la familia después de haber sido detenido otra lo que la persona les cuenta. No cuesta el alegato de inocencia y hasta cierto orgullo por haber sufrido una injusticia. Es humano también querer mostrarse altivo y no humillado (2005/ Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura/ Pag 17).

Café hirviendo

E.O.: “Yo voy al ministerio y le voy a decir al comandante Inocera: ¿Por qué mi marido está vendado de un brazo completo? ¿Qué le pasó? ¿Qué le hicieron? Quiero que me lo diga, le dije. Porque usted debe saberlo, ¿no? Me dijo “no, ahorita llamo”. Lo que pasó, que dice que a él le daban mucha piedra lumbre en los cafés y él no quiso recibirlo. Yo le había llevado su tarro de café para que él tome café. Para qué quería tomar café de ahí. Él no quiso recibirlo, entonces el militar, porque no le obedeció, le plantó aquí en el hombro y le voló un pedazo con la carabina y se lo agarró a golpes. Los mensos no sabían con quién se estaban metiendo- un boxeador-. Dicen que no se lo podían quitar”.

Consternación

E.O.: “¿Qué hicieron? Entre varios lo agarraron y le metieron el brazo en el tambo de café hirviendo que había y le quemaron todo el brazo. Eso fue lo que pasó. Yo le dije ¡son unos salvajes! Eso no se hace, le dije. Por último, amárrenlo, tírenle algo, agua para que se tranquilice. Pero no de esa manera, le dije. Me dijo “es que son tan brutos”. Ahí está, yo por ellos lo supe, porque él ya no. Me dijo “a lo mejor se cayó”. ¡Y se va a caer de un piso! ¡Está en un piso! ¿Usted si se cae, se va a quebrar un brazo para que lo venden completo?, le dije yo. Él no está enyesado, le dije. Él está vendado. Algo pasó aquí, le dije. Me dijo “ahorita vamos a averiguar”. Eso fue lo que pasó”.

E.O.: “Dicen que casi lo matan, que lo mandó al hospital. Con la rabia que tiene de estar ahí adentro. Más encima que son brutos, sí, golpeó a uno de los militares. Y le pegó feo. Así que entre los otros compatriotas que habían ahí, dicen que empezaron a agarrarlo y a separarlo hasta que lo lograron, pero se lo quitaron los militares y le metieron la mano al café hirviendo”.

La Gestapo de Pinochet

La Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) fue la policía secreta de la tiranía de Augusto Pinochet entre 1973 y 1977. Por sus numerosos casos de infiltración política y violaciones a los derechos humanos, tales como, asesinato, violación, secuestro y tortura de personas. Por esta razón es calificada como la “Gestapo de Pinochet”. Un organismo de gobierno que solo rendía cuentas al general Augusto Pinochet. Sus brutales procedimientos y autonomía de acción llegaron a despertar oposición y recelo entre quienes aprobaban las políticas del tirano.

E.O.: “A mí nunca me molestaron. Nunca me persiguieron. Nunca hicieron nada conmigo. Yo iba al ministerio todos los días y a mí me mandaban a buscar los militares. Mandaban vehículos para que me presente porque un día el comandante Inocera llegó y me dice “fue la DINA” y le digo yo “y ¿por qué no me dice dónde queda la Dina?” ¿Para qué quiere saber usted?, me dijo. Bueno, para ir a ver, yo le dije. ¿Para qué cree que le estoy preguntando? Me dijo “no haga ni tal. Usted pisa ese terreno y ahí se va a quedar. Así que no haga ni tal”. Tengo problemas con su marido para sacarlo, me dijo, y ¡más encima usted! No, me dijo. No haga ni tal de acercarse ahí”.

E.O.: “Se fue él a la DINA, ahí donde estaba y le prometieron que él iba a salir, lo iban a soltar porque él no tenía nada. Puras mentiras. Ya, llegó acá y me dijo “su marido va a salir en tal fecha”. Ah ya, dije yo. Yo seguí yendo ahí a verlo y le dije a él, él confiado. Pero nunca pasó. Nunca pasó. También jugaron con ellos”.

E.O.: “Así es que un día cualquiera llega una camioneta con un chofer para buscarme. Me dice “el comandante Inocera la está necesitando señora, quiere que vaya”. Yo le dije “me va a tener que esperar que arregle a mis niñas”. Llego allá y me dice “Oiga señora, usted me va a decir por qué su marido no se ha presentado a trabajar”, ¿Cómo dice?, le dije yo. ¡Cómo se va a presentar a trabajar! ¿No lo tienen encerrado ustedes? ¿De qué estamos hablando?, le dije. Me dijo ¿Cómo que lo tienen encerrado? Y se privó. Y se va a la DINA. “Espéreme señora aquí”, me dijo. “Ahorita vuelvo”.

En el próximo capítulo Ema Ortega, en entrevista con Diario Puerto Varas, narra lo que José Ojeda le contó en México. Una vez en el exilio pudieron conversar sobre lo sucedido.

Esta entrevista con Ema Ortega, viuda de un chofer de Allende, consta de dos partes. Una realizada el 2016 y otra en 2022.