Es muy común usar metáforas bélicas para referirse al cáncer: “héroes que luchan contra la enfermedad” o “inspiran al resto de los seres humanos”.  Estas comparaciones se usan con el propósito de animar y apoyar a los pacientes, y estoy segura que sin mala intención. Sin embargo, a gran parte de pacientes, sobrevivientes y familiares de personas con cáncer nos genera una tremenda incomodidad.

Columna de opinión
27.04.2023
Por Alejandra Méndez R.
Directora Fundación Nuestros Hijos
Directora Childhood Cancer International

Esto, porque los pacientes y sus familias reciben una carga de tener que “ser valientes”, inspiradores, fuertes y resilientes. Y la verdad es que sólo queremos sobrevivir el proceso, esperamos que todo termine pronto y que sea lo menos agresivo posible. De cara a un tratamiento de cáncer se hace lo que se puede por lidiar con los devastadores efectos secundarios del tratamiento. En este contexto, no defendemos ninguna causa (como ocurre en una guerra) ni levantamos ninguna bandera de lucha.

Nadie nos dio la opción de entrar en esa “pelea”, ni si queríamos “inspirar” al resto de los mortales. No buscamos actos de heroísmo, por el contrario me atrevo a decir que cualquier paciente o familiar de este, optaría por salir arrancando y nunca haber recibido ese lapidante diagnóstico de cáncer.

En los muchos años que llevo trabajando con niños y niñas con cáncer y sus familias, he visto a muchos de ellos morir por esta enfermedad, pero ellos no son “perdedores” y no partieron por ser menos valiente o menos luchadores. He sido testigo de cómo ellos y sus familias pusieron su alma, corazón y toda su fuerza en la esperanza de la recuperación, pero por causas que la ciencia aun no logra descubrir, murieron.

Quienes “luchan contra el cáncer” son los científicos, médicos e investigadores. Ellos son los  responsables de “vencer” a la enfermedad y encontrar la cura. Cuando un paciente muere, falla la ciencia y no el paciente.  Cuando un paciente sobrevive, se debe a la ciencia, no a las ganas, fuerza o valentía del paciente.

Al usar lenguaje bélico, implícitamente estamos poniendo la responsabilidad en la actitud del enfermo.

¿Por qué exigir tanto al paciente? ¿Por qué debe ser “fuerte, valiente e inspirador? Esto tiene un impacto tremendo en su salud mental: no está permitido que un guerrero tenga miedo, rabia, tristeza, ganas de arrancar. ¿No sería más sano que los pacientes y sus familias puedan compartir sus sentimientos? ¿Qué puedan pedir ayuda? ¿Qué puedan decir que están aterrados o con mucha pena?

Quiero dejar la invitación abierta a reflexionar sobre el lenguaje que usamos al hablar sobre esta dura enfermedad y sus protagonistas, haciendo más llevadero el proceso para los pacientes y sus familias, permitiéndoles mostrar su vulnerabilidad, sus temores y compartir las emociones asociadas al cáncer y su tratamiento.