En mayo del año 2018 miles de estudiantes universitarias se levantan en una sola voz contra el abuso, acoso y violación que desde hace años venía ocurriendo en sus Campus Universitarios, perpetrados por docentes y/o alumnos. Fue un mayo furioso y fue la antesala de un levantamiento nacional para exigir protocolos, medidas y por sobre todo justicia.
Columna de opinión
13.07.2023
Por Ana Gonzalez
Presidente ONG Lideracción y miembro de la Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres
Por estereotipos uno debería creer que en una Universidad, centro del saber, no deberían darse estos casos y que además deberían ser aislados, pero la realidad supera la ficción y eran casos reiterativos que cruzaban todos los segmentos etáreos y sociales, vale decir, docentes y pares eran parte de un mismo problema: la naturalización de la violencia sexual contra las mujeres, amparada en preceptos tan machistas y arraigados como la forma de vestir, de moverse, de actuar o simplemente ser mujer.
Recordamos esta rebelión de mayo, porque hace pocos días, se veía en la sede de Enfermería de la Universidad de los Lagos un lienzo con “No venimos a la Universidad a ser Acosadas”, llegamos ya al 2023 y persiste una violencia que se mantiene constante, que no cede y no va a ceder hasta que se imponga una cultura civilizatoria, porque su principal causa es una cultura de dominio, de exclusión y cosificación de las mujeres, que termina siempre en violencia.
Avanzamos cuando educamos para la diversidad, la igualdad y el respeto, avanzamos cuando corregimos y cambiamos la violencia por sueños y esperanza, avanzamos cuando soñamos con un mundo mejor, en movimiento con su belleza y riqueza cultural. Avanzamos cuando legislamos Leyes como Gabriela, reparación integral de Familiares víctimas de femicidio, Pensión de Alimentos.
Retrocedemos cuando mis creencias se imponen a otras y otros, se educan y se replican. Las creencias individuales no pueden ser Leyes si atentan contra la posibilidad de decidir de las personas en conformidad a sus propias creencias.
Nuestro país se jactó muchos años de ser Laico, con un Estado que cohesionaba identidad respetando la libertad de pensamiento y hoy se habla de crisis moral, ética, pero siempre desde una convicción religiosa. Como si las religiones no estuvieran también arraigadas en las fallas humanas, vimos lo ocurrido con la Iglesia Católica y sus abusos, los Pastores Evangélicos y sus abusos. Presenciamos la masacre contra Daniel Zamudio producto de la exacerbación del discurso religioso y homofóbico. A lo largo de toda la historia presenciamos a brutalidad del fanatismo, ese es un camino que ya no deberíamos transitar, porque no trae nada bueno.
La violencia hacia las mujeres es odio, se mata por odio, se abusa por odio y se viola por odio. Ese odio se naturaliza cuando educo para dominar, educo para no tolerar y educo sobre la base del control.
Podemos hacerlo distinto, podemos construir un cultura civilizatoria que rompa ya con este ciclo de la naturalidad, que se arraiga en el fanatismo y trae siempre a colación los valores, costumbres de antes, como si la humanidad anterior no hubiera vivido guerras, genocidios y masacres, algunos de ellos realizados en nombre de Dios, del deber ser, cuando en definitiva siempre fueron por el ejercicio absurdo del poder por el poder.