La importancia de las relaciones humanas basadas en la dignidad y la solidaridad es fundamental para el bienestar colectivo. Estas virtudes sociales, que se desarrollan a través de la repetición de actos positivos, son esenciales para distinguir entre comportamientos honorables y egoístas. El Día Internacional de la Solidaridad, celebrado el 20 de diciembre, resalta la necesidad de actuar con empatía y apoyo hacia los demás, promoviendo una cohesión social sólida.
10.01.2024
Por María Esther Gómez de Pedro
Directora nacional de Formación e Identidad
Santo Tomás
Columna de Opinió: Relaciones sólidas en el Día de la Solidaridad
Hay asuntos o actividades humanas propias de ciertos lugares, culturas o idiosincrasias, pero hay otras que nos incumben a todas las personas, más allá de las diferencias. Una de ellas remite a la necesidad de generar relaciones humanas acordes con la dignidad y que contribuyan al bien común y personal. Algunos las llaman competencias, otros las denominan virtudes sociales, porque son hábitos de comportamiento y de la personalidad que se logran con la repetición constante de actos buenos. Pues bien, la posesión de alguna de estas cualidades marca la diferencia entre personas y culturas, y por eso distinguimos a los honrados de los tramposos, y a los solidarios de los egoístas.
El 20 de diciembre fue el Día Internacional de la Solidaridad que justamente es una de esas virtudes que hacen amables a personas y sociedades. Se basa en que compartimos la humanidad personal y en la dignidad que le sigue como consecuencia, y se manifiesta en un acercamiento y gestos fraternos que nos vinculan positivamente con las demás personas. Por eso, cuando se les percibe en necesidad, la solidaridad se manifiesta en actos concretos de ayuda, sean materiales o de corte más intangible, como dedicación de tiempo o un trato afable.
Procede del latín solidus, es decir, sólido, y por eso significa aquello que da solidez o genera cohesión a algo. Aplicado a las relaciones humanas, estas se consolidan cuando son las tratamos con dignidad, es decir, cuando tratamos a cada uno como nos trataríamos a nosotros mismos, y eso las hace sólidas.
No hay duda de que actúa como ideal, pero también se puede alcanzar con gestos concretos mantenidos en el tiempo. Quizás no cambiemos el mundo, pero sí podemos influir positivamente en quienes nos rodean si vivimos esas relaciones sólidas. Y me parece que no es casualidad que unos días después, el 25, celebráramos la Navidad, la fiesta del Dios solidario con cada uno, hasta el punto de que se hizo uno de los nuestros.