Opinión: Atrévete

Siguiendo el análisis de la filósofa chilena Diana Aurenque, resulta interesante que el imperativo utilizado por el Partido Republicano como “slogan” en la campaña del candidato José Antonio Kast sea“atrévete”. Desde una mirada universal, el significado de este imperativo se origina en tener el suficiente coraje para realizar algo. Determinarse a concretar con valentía algún hecho o dicho puntual. Por ello resulta interesante reflexionar sobre las propuestas que acompañan la candidatura del abanderado derechista, más aún cuando el llamado es a sumarse a un movimiento que impulsa el “atreverse”. Ante dicho imperativo, es inevitable que surjan las siguientes interrogantes: ¿A qué debemos atrevernos? ¿Acaso los Chilenos y las Chilenas somos carentes de valentía? ¿Cuál es el hecho puntual al que aún no nos hemos enfrentado como personas legítimas y autónomas según el partido republicano?

Columna de opinión
18.11.2021
Por Nadia Garcés Montes
Profesora de Educación Física
Magíster en Gestión y Liderazgo Organizacional

Siguiendo la ruta del programa y las propuestas tipificadas en su campaña política, Chilenos y Chilenas deberíamos “atrevernos” a votar por un movimiento que pretende eliminar el Ministerio de la Mujer y derogar la ley que posibilita el aborto, otorgando nula libertad de elección a las mujeres. Un movimiento que manifiesta un total rechazo respecto a las personas LGTBIQ+ y establece un concepto familiar único e indiscutible, el cual se sustenta por un hombre y una mujer. Que además pretende incentivar económicamente a quienes conformen este modelo familiar poco coherente y atingente con la realidad social. Atrevernos a votar por un partido político que propone cerrar el Instituto Nacional de Derechos Humanos, retirarse del Consejo de Derechos Humano de la ONU, eliminar el lenguaje de género y cerrar la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Flacso por considerar activismo político. Una candidatura que propone una renovación del estado de emergencia, el cual eventualmente permitiría al propio Presidente de la República interceptar a cualquier persona que él, de manera arbitraria considere peligrosa, y arrastrarla por un periodo determinado de tiempo.

Entonces ¿A qué deberíamos atrevernos? ¿A retroceder 40 o 50 años de pequeños avances sociales por un movimiento minoritario que busca permear en las personas sus propias creencias y convicciones? ¿Acaso tenemos la suficiente igualdad de género en términos laborales y sociales como para reducir un ministerio que hoy defiende los derechos de millones y millones de mujeres? ¿No han sido ya suficientes las muertes de personas LGTBI+ por ataques homofóbicos y sexistas como para establecer un gobierno bajo principios poco inclusivos?

Mientras la sociedad avanza por transformaciones profundas en materias sociales y políticas, grupos minoritarios buscan plasmar y retroceder en idealismos que históricamente han agudizado la segmentación, violencia y desigualdad. Mientras movimientos día a día se levantan para promover e incentivar la formación de personas integrales que validen a cada ser humano como un legítimo otro, partidos políticos provenientes de una clase acomodada y consolidada en privilegios generacionales pretenden establecer extremismos ideológicos, generando una mayor dualidad social e incapacidad de convivencia entre personas naturalmente heterogéneas, únicas e irrepetibles.

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